lunes, 4 de marzo de 2013

Viaje Gluten Frei.

Estas Navidades, mi abuela y yo decidimos comprarnos unos billetes para visitar a su hermana en Alemania. Lo tendría que haber hecho hace mucho tiempo, pero nunca se decidía, por eso quise acompañarla. 
Así, el 10 de febrero, cogimos un avión y nos fuimos a pasar siete días a un pueblo situado entre Colonia y Bonn. El caso es que a mi lo que más miedo me daba era la alimentación; como ya dije en un post anterior, hace un año que me detectaron una enfermedad celíaca y todavía no tengo la dieta muy controlada. En España ya no tengo problema, porque siempre compro en los mismos establecimientos, y ya voy aprendiendo qué marcas son las que puedo tomar. El problema era estar en otro país, en el que no conoces ni una sóla marca y a ver quién es el guapo que se pone a leer todas las etiquetas de los productos estando en alemán.


De ahí mi preocupación. Pero el caso es que el primer día fuimos a un supermercado, Hit, y me puse a mirar un poco por encima. Digamos que los celíacos estamos muy acostumbrados a Mercadona, donde apenas tienes que buscar cosas sin gluten, pues viene bastante bien indicado y, allí, por lo menos en esa cadena de súper mercados, no era nada fácil. Eran muy pocos los productos que ponían en su parte delantera que eran libres de gluten, así que sólo quedaba ir mirando uno por uno, para intentar adivinar la composición. Para mi alivio, tenían una sección muy parecida a la que ponen en Carrefour o Lupa, que se formaba de unos cuantos estantes que tenían cosas especializadas sin gluten, como pan, galletas, harinas... (¡y tenían Oreo's! eso era increíble), pero al menos, ese súper era mucho mejor que Lidl: al igual que en España, es imposible encontrar algo sin gluten.

El caso es que me fie de mi instinto y me alimenté a base de verduras, carne, pescado y pastas especializadas. Con la alimentación dentro de casa no tuve ningún problema. El verdadero problema venía cuando querías comer fuera de casa, lo único que podía hacer si pasábamos la tarde fuera, era llevarme alguna barrita de chocolate o algo por el estilo para comerla mientras nos tomábamos un té en alguna cafetería (he de decir que, no sé si será por la fecha en la que fuimos, pero cuando llevabas un par de horas recorriendo algún sitio, tenías que entrar en alguna cafetería con calefacción para volver a sentir el cuerpo).
Otro día salimos a comer a un restaurante. Por suerte, los camareros eran españoles, pero como se veían con una gran responsabilidad, llamaron al chef, quien se personó en nuestra mesa y así poder explicarle con más detalle lo que podía cocinar. Mi tío, alemán, le comentó cómo iba mi dieta, y él le entendió perfectamente, incluso se ofendió cuando le dijimos que el aceite no podía estar contaminado (luego mi tío me explicó que para ellos es como una falta de respeto, porque en restaurantes de ese tipo jamás utilizan aceite usado anteriormente). Así que como resultado, me trajeron un pescado a la plancha, con una especie de pisto con muchas verduras y algo picante, acompañado con puré de patata con cebollino. Genial.
Por eso, ahora que estoy de vuelta, me atrevo un poco más a viajar. Era la primera vez que salía de España teniendo esta enfermedad y, como dije, realmente estaba asustadísima (me veía alimentándome una semana sólo a base de verduras y frutas, todo natural, porque incluso la carne o el pescado pueden llevar conservantes si no son frescos), pero ahora ya estoy más dispuesta a volver a salir, ya que he visto que, cada día, esta enfermedad es más conocida, y se nos dan más oportunidades para vivir como si no nos pasase nada.

Y para terminar, ¿qué tipo de problema os habéis encontrado respecto a la alimentación a la hora de viajar?